Camilo Cienfuegos en Ciego de Ávila.
Aún cuando han transcurrido cincuenta y un años, hay una generación de avileños que tienen presente la presencia del Comandante Camilo Cienfuegos en la Ciudad de Ciego de Ávila el 20 de septiembre de 1959.
Uno de ellos es Raúl García Díaz jubilado después de 32 años de trabajo en la Planta Eléctrica de Vicente, pero que fue miembro de la Columna 11 Cándido González Morales bajo el mando del Capitán Pablo Roberto León González, hoy coronel retirado de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Recuerda Raúl que ese día más de 30 000 personas se concentraron a pie o a caballo frente a la Unidad Judicial, hoy Tribunal Provincial, para respaldar la Ley de Reforma Agraria, la existencia del Ejèrcito Rebelde fuera d e los cuarteles y para escuchar al Héroe de Yaguajay.
Significa que ese día Camilo fue hasta el 313 y 314 en la carretera a Morón, donde hoy radica la Empresa de Talleres de la Agricultura, pero que habían sido locales de juego y prostíbulo. Por decisión revolucionaria se convirtió en el Centro Escolar de Orientación Infantil 26 de Julio. Asegura que después de la Habana fue la primera escuela de este tipo que se abrió en el interior del país con la victoria del Primero de Enero.
“Al triunfo de la Revolución se nos dio la tarea de recorrer y determinar todas aquellas instalaciones que se habían ganado el odio d e la población. Y uno de esos lugares era el 314, el que fue protegido de la ira popular con la promesa de convertirlo en escuela. Los avileños le identificaban con el despreciado y criminal Jefe de la Policía, su dueño.
Un mes antes de la visita de Camilo se convertía en escuela especial con 20 niños, todos con carencias afectivas y materiales, aunque l a matrícula crecía por día”.
Puntualiza Raúl, uno de los rebeldes encargado d e la protección de los visitantes, que la comitiva incluía, además, al doctor Osvaldo Dorticòs Torado, Presidente de la República, y que cuando Camilo llegó a la escuela se acercó a los niños que le miraban con timidez.
“_!Bueno, muchachos, aquí no se juega pelota!”
De inmediato apareció un bate criollo, guantes rotos y pelotas de trapo y en un área del centro comenzó el juego. “Camilo bateaba fuerte o flojo según la talla del bateador. El más pequeño corriendo de una base a otra cayó y cogiò tierra hasta en la boca y no paraba de llorar. Camilo se le acercó y le ayudó a pararse, lo sacudió y le anudó sus zapatos.
“El juego siguió pero ya los muchachos lo tuteaban y le decían repetidamente: _!Camilo, Camilo, tira aquí, tira aquí!. Camilo reía y los dejaba llegar a las bases.
Ya con el sol en lo alto, rodeado de los pequeños y adolescentes, Camilo les pregunta: -¿Qué desean para llegar a ser buenos peloteros?, y la respuesta fue inmediata: ¡Guantes, Camilo!, ¡Pelotas, Camilo!...”
Afirma Raúl que a los pocos días llegaron a la escuela dos juegos completos de pelota, lo que motivó la alegría de todos, pues Camilo, sin hacer promesa alguna, estaba cumpliendo con ellos.
Volviendo a los recuerdos de ese día, Raúl García precisa que Camilo y sus acompañantes decidieron almorzar en el Centro escolar. Sentados en l a mesa, uno de los ayudantes del Guerrillero le dice: -“Comandante, recuerde que en el Club de Cazadores le esperan para almorzar los hacendados que le ofrecieron las mil novillas para la Reforma Agraria”. La respuesta no se hizo esperar: - “Con novillas o sin novillas les rompemos la siquitrilla”.
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