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Barack Obama Vs. Raúl Castro: ¿Solo un apretón de manos?

Barack Obama Vs. Raúl Castro: ¿Solo un apretón de manos?

En las honras fúnebres de Nelson Mandela, con la presencia de numerosos jefes de Estado y Gobierno de todo el mundo, lo que pudo calificarse de normal e intrascendente, resultó ser la noticia del momento. Barack Obama, el Presidente de la nación más poderosa del mundo, que no ha perdonado una revolución fidelista y socialista en más de 50 años, estrechaba la mano del Presidente Raúl Castro.

El escenario era a miles de kilómetros de ambas naciones, precisamente en Sudáfrica. Un gesto imprevisto, no planificado, que podía calificarse del  más sincero homenaje póstumo a un combatiente, político, estadista que logró poner fin al apartheid, al odio y la desesperanza en el sustento de la democracia, luchador incuestionable por hacer firme la  paz entre los pueblos.

Ese apretón de manos ha tenido numerosas interpretaciones y especulaciones. La reacción más extremista, como era de esperar, llegó de la congresista republicana cubanoamericana  Ileana Ros_Lehtiner, quien censuro enérgicamente ese acto por considerar que se le estaba dando créditos a una dictadura.

Otros, analistas, periodistas y cubanológos, consideran que  ese episodio no pasaba de ser protocolar, de pura amabilidad diplomática.

En su más reciente visita a Miami, centro de la reacción anticastrista, Barack Obama declaró que era hora de otra concepción en las relaciones con Cuba, en síntesis, de mejorarlas. Y así debiera ser entre naciones civilizadas, en el total respeto a la diversidad.

En más de una ocasión, la máxima dirección de la Revolución  ha manifestado el interés de un acercamiento estrecho entre ambos gobiernos para poner fin a las históricas divergencias y rivalidades que tanto daño  ha provocado para ambos pueblos, y muy en particular al cubano.

Sin embargo, han dejado claro que ese camino transita por el fin del criminal bloqueo económico,  comercial y financiero, la recuperación de la base naval de Guantánamo, ilegalmente ocupada, el fin de la Ley de Ajuste cubano, el retirar a la Isla de la lista de naciones terroristas y la liberación inmediata de los Cuatro Héroes cubanos que desde 1998 cumplen  largas condenas por enfrentar al terrorismo que desde Miami se organiza y ejecuta.

Algunas de esas exigencias pudieran tener solución en el actual mandato del Presidente Barack Obama y serán muy bien acogidas por el propio pueblo norteamericano que en su mayoría se manifiesta por el restablecimiento de relaciones de todo tipo entre ambas naciones y el cubano, que ha aportado más de 3 000 muertos y lesionados  por  acciones terroristas, sin contar los fallecidos por no recibir un tratamiento médico completo, en su mayoría niñas y niños, por las criminales limitaciones del bloqueo en el sector de la salud.

Es real que con Obama en el poder se flexibilizaron las visitas de cubanos y cubanos americanos a la Isla, el envió de remesas,  así como  los contactos entre instituciones culturales y académicas, pero a su vez desde el 2009, por solo citar un ejemplo, numerosos bancos europeos han pagado multas multimillonarias por operaciones financieras detectadas  por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, una acción que recrudece un asedio que la comunidad internacional condena por mayoría desde 1991.

Los errores  en la conducción de la Revolución, muy en particular en su vaivén económico, han tenido, incuestionablemente, un sustento en las consecuencias de este bloqueo que impide inversiones, la entrada de tecnología y de dinero fresco, acentuando las penurias de los cubanos.

Desde hace más de dos décadas dejaron de existir las justificaciones para  el no restablecimiento de vínculos formales entre los dos gobiernos. Se dejó de ser   la bandera para la promoción de movimientos guerrilleros en el área, cesaron las campañas de los ¨80 convocando  a los pueblos  a exigir a sus gobiernos el no pago de la deuda externa,  mientras que  con la caída del Muro de Berlín, la Isla no era más  “el satélite” de la URSS en el Hemisferio Occidental. Pero el multimillonario show contra Cuba no cesó, y se acrecentó el bloqueo económico y a su vez las acciones terroristas.

Es una realidad que no se puede ocultar.

Coincidiendo con el paso de Barak Obama por la Casa Blanca, el Presidente cubano Raúl Castro, afirmó para asombro de los propios nacionales, al romper con una histórica retórica en el diferendo Cuba-Estados Unidos, que ese gobierno ya no era un peligro para la Revolución.

Esa declaración fue un gesto de muy buena voluntad, como otras medidas económicas y sociales, necesarias, imprescindibles, muy lógicas ante lo ilógico de muchos años, bien vistas por el Gobierno de los Estados Unidos y mejor aún, muy bien recibidas por  los nacionales que aspiran a más, agobiados por una crisis económica iniciada en los ´90 y que aún no da respiro en la mesa y aspiraciones en la mayoría de los cubanos.

Por lo que ahora este estrechón de manos entre ambos presidentes bien pudiera ser, debiera ser, como afirmó la agencia de prensa  norteamericana AP, un paso para “superar el dolor y devolver la alegría” a ambos pueblos.  La realidad es que se imponen cambios y no solo un saludo cortés.

 

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