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Una historia no oficial sobre Falla, en Ciego de Avila (I parte)


FALLEROS RECOGIENDO CAFÉ

MAYARÍ ARRIBA, 1964.


(Cuartón La Angostura, Arroyo Seco, Mayarí Arriba, Oriente, Julio-Agosto-1964)
JORGE E. PAREDES ESPONDA


“A nosotros nos mandaron a hacer todo,
si bien cada generación en Cuba pudiera reclamar para si el derecho de haber sido con la que más se experimentó,
creo que como la de nosotros, ninguna.
La mía fue la que inauguró los cortes de cañas estudiantiles,
la que estuvo en la Zafra de los Diez Millones,
la que tuvo la oportunidad de no ir al Servicio Militar si estabas estudiando.
La mía es la generación que va a Angola y todas esas cosas nos fueron cayendo,…, nos fueron mandando sin preguntarnos nunca si queríamos ir, era un deber.
Somos la gente que llega de niños o adolescentes a los inicios de la Revolución.
Mi generación tuvo apenas la oportunidad de dirigirse a si misma…”
Leonardo Padura Fuentes.

EXORDIO:

“Brigada 11. Falleros recogiendo café”, relata las peripecias de 15 estudiantes de la Escuela Secundaria Básica Miguel Calvo Antolín de Falla en la recogida de café del año 1964 en Mayarí Arriba.

Quisimos que también fuera un fallero, quien hiciera el prólogo, aun cuando es de una generación posterior a la de los integrantes de aquella brigada.

Agradecemos a Roberto del Valle Menéndez, quien fuera durante 19 años Presidente de la UPEC en Ciego de Ávila y actualmente periodista en Radio Surco, la gentileza por aceptar nuestra solicitud para hacer el prólogo de este relato.


Prólogo:

Solo un pretexto necesitaba el matemático Jorge E. Paredes Esponda, nativo de Falla, para hurgar en los recuerdos y dejarnos un texto, un sencillo texto, con datos sobre el origen y desarrollo de un poblado que vivía eminentemente de la producción azucarera.

Pero no es solo eso. Es un folleto que a los contemporáneos d e los hechos aquí expuestos nos deja el placer de volver a vivirlos, mientras los más, recordarán lo que en algún momento les contaron sus padres, abuelos, vecinos o amigos. Para algunos quizás, no tan pocos, sea la oportunidad de saber, por vez primera, algo d e los orígenes y entorno del pueblo en que nacieron o al que fueron a vivir siendo niñas o niños.

El pretexto no fue màs que una aventura, s e le puede llamar así, d e un grupo de adolescentes, de jóvenes, que a un llamado de la naciente Revolución no vacilaron en dejar la familia y comodidades, hace casi 50 años, para ir sin acompañamiento de mayores a recoger café a la Sierra Maestra, en momentos d e una intensa lucha de clases y de acciones contrarrevolucionarias.

Y ahí, en un fresco anecdotario, propio de jóvenes, se reconoce la valentía, el arrojo, el esfuerzo y la disciplina, sin dejar de ser jodedores, de 15 muchachos de la Secundaria Básica Miguel Calvo Antolìn, solo comprometidos con su deber.

No es la historia de Falla, aunque puede ser la base para ese propósito, en un pueblo que después del Primero de Enero de 1959 s e le bautizó como Enrique Varona, líder obrero, por el nombre sustituto del Central Adelaida o Camilo Cienfuegos, en el noble propósito d e honrar al Comandante Héroe de Yaguajay, pero que aún así, para la mayoría, dentro o en exterior, es Falla.


Falla, pueblo donde el principio dialéctico de la negación de la negación que confirma aprovechar todo lo positivo y valioso, mantenerlo y desarrollarlo, según Federico Engels, en su obra Anti Duhring, nunca tuvo aplicación, pues en los últimos 50 años, quizás en mucho menos, desaparecieron servicios imprescindibles que le daban vida, para hoy ser el “Macondo avileño”, el de Cien Años de Soledad del Gabo, según reportaje publicado en el semanario Invasor por los periodistas Ileana Sifontes y Alexey Fajardo.

Aún así en Falla, donde su infraestructura está muy dañada, no se puede obviar sus resultados en salud, educación y deportes, que le ofrecen múltiples oportunidades a sus jóvenes, por lo general fuera de casa.

“Falleros por el mundo”, en el Internet, gracias a Ricardo Guardia con más de cien conectados, las dos ediciones de visitas de los “falleros ausentes” por la constancia motivadora de Pedro Filomeno Leiva y ahora “Falleros recogiendo café”, de Jorge E. Paredes Esponda, demuestra que donde quiera que se esté, aún cuando la vida no permita el regreso, demuestra que nos queda el amor por la pequeña tierra donde dejamos niñez, adolescencia, juventud o adultez.

“Falleros recogiendo café” nos hace reír, pero más aún, saber que existimos y de dónde venimos. Este intento de historia no oficial no debiera faltar en las escuelas y biblioteca de este poblado.


Roberto E. del Valle Menéndez.

Octubre/2013




























































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1 comentario

Bermudez -

Muchos saludos a Estercita, Jorge. Tu hermana y yo eramos grandes amigas de la infancia.